Entre los atracadores de bancos y vehículos de transporte de fondos, destacan los organizados por las bandas butroneras, dotadas de cuantos medios sofisticados son necesarios para la comisión del delito. Constituyen la aristocracia del robo con allanamiento. Las emboscadas y el procedimiento del butrón son sus principales métodos de trabajo.
En la historia del robo a convoyes de seguridad y bancos, hay casos de gran espectacularidad y destreza. El 18 de julio de 1976, cuando los franquistas conmemoraban con ruido aún la muerte del Dictador, en Niza, la banda de un ex mercenario de la OAS, Albert Romain Spaggiari, dio cuenta de un botín valorado en mil millones de pesetas. El robo se produjo en la Banque Société Generale. Aún no se habían adoptado los dispositivos de seguridad conocidos hoy, cuando ni las puertas de acceso ni las cámaras acorazadas contaban con ningún sistema de detección electrónico. La operación empezó con la excavación de un túnel desde la cloaca de la ciudad hasta la pared de la cámara acorazada del banco. La obra, de siete metros de longitud, atravesó una de las columnas de los cimientos del inmueble, de más de un metro de grosor de piedra viva. Un centímetro por hora durante dos fines de semana. Después, con una lanza térmica, cuya lengua de fuego rondaba los 4.500 grados de temperatura, perforaron el muro de hormigón de unos veinte centímetros de ancho. Tras retirar el hormigón y la placa metálica de la cámara acorazada, y abrirse paso mediante un gato hidráulico, perpetraron el robo de las joyas, divisas y valores mobiliarios depositados en los cofres y cajas de seguridad. Desde la primera cámara tuvieron acceso a las otras dos. "Sin odio, sin violencia, sin armas", escribió en la pared del sótano uno de los atracadores. Hoy no sería posible un robo semejante: tardaron varias semanas y utilizaron un cable de 500 metros de longitud para alimentar el alumbrado desde un garaje.
Si jugoso resultó el robo a la Banque Société Generale en Niza, no menos beneficios produjo la operación contra la sucursal en Marbella del Banco de Andalucía. Mil millones más para otra banda compuesta en su mayoría por italianos, los reyes del robo por el procedimiento del rififí. Sucedió poco más tarde de llegar Felipe González Márquez a la presidencia del Gobierno por primera vez. El modus operandi consistió en practicar un butrón desde una vivienda situada junto a la entidad bancaria. El tiempo consumido no sumó muchos minutos. Una escalera de caracol condujo a los ladrones hasta el sótano. Antes de fracturar con un martillo el bombín de la puerta de la antecámara, anularon la central de alarma después de abrir con una ganzúa la cerradura de la portezuela de rejas. Un soplete, varias botellas de oxígeno, media docena de palanquetas, una colección de manómetros y siete horas fueron suficientes para llegar hasta las entrañas de la cámara de seguridad. "El robo del siglo" en España dejó en evidencia la modesta vigilancia de la sucursal bancaria. Modesta, pero no para Modesta Castilla Soto, amante de uno de los miembros de la banda, quien, como otras ambiciosas mujeres de la zona, sirvió de tapadera a los atracadores mientras planificaban la operación.
Los robos a los bancos por el sistema del rififí se producen generalmente durante los sábados y domingos y durante los días de Semana Santa, Navidad y fiestas locales, sobre todo en horas nocturnas. No es una elección gratuita dada la duración de un robo semejante.
La financiación de la operación, la tecnología empleada y el adiestramiento de sus ejecutores exigen un botín considerable. Coincidiendo con un estudio realizado por la Comisaría General de la Policía Judicial española, publicado en la revista Policía, los autores del mismo se hicieron eco de las declaraciones de uno de los participantes del frustrado robo a una agencia del Banco Hispano Americano en Barcelona: "A la hora de robar un banco, tenemos en cuenta el prestigio de la entidad, su solvencia económica, la situación preferente en zonas comerciales y la carencia de circuitos cerrados de televisión". Con estas condiciones, sólo responden los bancos ubicados en la mejor zona de cualquier población, máxime si está situada en una región con gran desarrollo económico: industria, finanzas, turismo. De ahí la importancia de la costa del Mediterráneo, desde la Costa Brava hasta la Costa del Sol, una zona claramente destacada en el mapa de operaciones de los atracadores de bancos. También Madrid es un foco de interés por razones obvias. En general, España, por el considerable trasiego de turistas, facilita el asentamiento de las bandas de ladrones desde la fase misma de la planificación del robo hasta el momento de sustraerse a la acción de los tribunales de justicia. La residencia más o menos fija también sirve para invertir parte del botín en inmuebles, restaurantes y otro tipo de negocios mediante testaferros de nacionalidad española sin antecedentes penales.
Los ladrones de bancos por el sistema del butrón, raramente portan armas de fuego. No las necesitan y además contribuyen a elevar la pena en caso de ser detenidos. Sus únicas armas son la paciencia y el sofisticado equipo de trabajo. Como toda clase de delito, los robos por rififí se producen en tres fases: planificación, ejecución y huida.
La planificación comienza con la selección del banco y la posterior apertura de una caja de seguridad a nombre de cualesquiera de los miembros no fichados por la policía. Es sólo un pretexto para conocer el terreno más detenidamente: distribución de las dependencias, disposición del sistema de seguridad, situación de la cámara acorazada, número de cajas de seguridad, etcétera. Una banda correctamente organizada utilizará a un hombre de paja, si es posible conocido en la zona para no alertar a la policía ni al servicio de seguridad del banco.
Paralelamente, los miembros de la banda se alojan en casas o apartamentos de nivel medianamente alto, máxime si son italianos, eslavos y franceses. Dos o tres ciudadanos extranjeros viviendo en un piso modesto de Madrid, Barcelona o Marbella despertarían automáticamente la atención de los vecinos; de los maleantes de la zona y finalmente de la policía.
Tan importante y costoso como la vivienda ha de ser el arrendamiento de uno o más almacenes o garajes donde guardar el material de trabajo y los vehículos necesarios. Las herramientas y utensilios son muchos y pesados y no pueden depositarse debajo de la cama. Tampoco los automóviles y furgonetas deben sufrir el peligro de ser robados en la calle.
Durante semanas o meses, los componentes de la banda han de estudiar y ensayar todos los movimientos de ataque y huida. Cada miembro ha de saber exactamente cual es su cometido. Unos ejecutarán la operación y otros servirán de apoyo desde el exterior. Las herramientas y utensilios permanecerán a punto y convenientemente mantenidos.
El medio de un ataque a un banco por el sistema del butrón consiste en perforar cualquier parte del edificio, desde las paredes hasta el techo pasando incluso por el suelo, bien abriendo un agujero, bien agrandando un conducto ya existente; por ejemplo, cualquier desagüe. El material necesario se compone de palas, picos, bolsas de plástico, martillos, ganzúas, un gato hidráulico, una lanza térmica, gafas, pantallas metálicas protectoras, viguetas de hierro para apuntalar túneles, tijeras, antorchas de oxiacetileno, guantes, botellas de oxígeno, trajes de amianto, máscaras antigás, extractores de humo, carretillas, sistemas de transmisiones…
En el grupo de ataque, la banda cuenta con técnicos en topografía, construcción y electrónica. No es posible realizar un túnel desde la red de cloacas hasta el muro del banco o inutilizar el sistema electrónico de seguridad sin el pertinente conocimiento y experiencia en tales disciplinas.
Antes de emprender la operación, el grupo de apoyo perturbará el sistema electrónico de seguridad (detectores acústicos, ópticos, sísmicos, etcétera), con el objetivo de confundir a los vigilantes y finalmente aburrirlos por las continuas y aparentes falsas alarmas.
Una vez perpetrado el robo, cuyo botín guardarán los ladrones en las bolsas de plástico, la huida se producirá por la misma ruta de acceso, y una vez en franquía, los vehículos serán conducidos a los almacenes o garajes utilizados por la banda. El botín suele ponerse a buen recaudo ese mismo día, en otro país (bien por carretera, bien por avión) o en zulos construidos previamente en lugares de difícil localización. Las joyas y gemas preciosas son vendidas a las redes internacionales de peristas o receptadores en su estado primitivo; con las piedras desmontadas o con el oro fundido.
En la historia del robo a convoyes de seguridad y bancos, hay casos de gran espectacularidad y destreza. El 18 de julio de 1976, cuando los franquistas conmemoraban con ruido aún la muerte del Dictador, en Niza, la banda de un ex mercenario de la OAS, Albert Romain Spaggiari, dio cuenta de un botín valorado en mil millones de pesetas. El robo se produjo en la Banque Société Generale. Aún no se habían adoptado los dispositivos de seguridad conocidos hoy, cuando ni las puertas de acceso ni las cámaras acorazadas contaban con ningún sistema de detección electrónico. La operación empezó con la excavación de un túnel desde la cloaca de la ciudad hasta la pared de la cámara acorazada del banco. La obra, de siete metros de longitud, atravesó una de las columnas de los cimientos del inmueble, de más de un metro de grosor de piedra viva. Un centímetro por hora durante dos fines de semana. Después, con una lanza térmica, cuya lengua de fuego rondaba los 4.500 grados de temperatura, perforaron el muro de hormigón de unos veinte centímetros de ancho. Tras retirar el hormigón y la placa metálica de la cámara acorazada, y abrirse paso mediante un gato hidráulico, perpetraron el robo de las joyas, divisas y valores mobiliarios depositados en los cofres y cajas de seguridad. Desde la primera cámara tuvieron acceso a las otras dos. "Sin odio, sin violencia, sin armas", escribió en la pared del sótano uno de los atracadores. Hoy no sería posible un robo semejante: tardaron varias semanas y utilizaron un cable de 500 metros de longitud para alimentar el alumbrado desde un garaje.
Si jugoso resultó el robo a la Banque Société Generale en Niza, no menos beneficios produjo la operación contra la sucursal en Marbella del Banco de Andalucía. Mil millones más para otra banda compuesta en su mayoría por italianos, los reyes del robo por el procedimiento del rififí. Sucedió poco más tarde de llegar Felipe González Márquez a la presidencia del Gobierno por primera vez. El modus operandi consistió en practicar un butrón desde una vivienda situada junto a la entidad bancaria. El tiempo consumido no sumó muchos minutos. Una escalera de caracol condujo a los ladrones hasta el sótano. Antes de fracturar con un martillo el bombín de la puerta de la antecámara, anularon la central de alarma después de abrir con una ganzúa la cerradura de la portezuela de rejas. Un soplete, varias botellas de oxígeno, media docena de palanquetas, una colección de manómetros y siete horas fueron suficientes para llegar hasta las entrañas de la cámara de seguridad. "El robo del siglo" en España dejó en evidencia la modesta vigilancia de la sucursal bancaria. Modesta, pero no para Modesta Castilla Soto, amante de uno de los miembros de la banda, quien, como otras ambiciosas mujeres de la zona, sirvió de tapadera a los atracadores mientras planificaban la operación.
Los robos a los bancos por el sistema del rififí se producen generalmente durante los sábados y domingos y durante los días de Semana Santa, Navidad y fiestas locales, sobre todo en horas nocturnas. No es una elección gratuita dada la duración de un robo semejante.
La financiación de la operación, la tecnología empleada y el adiestramiento de sus ejecutores exigen un botín considerable. Coincidiendo con un estudio realizado por la Comisaría General de la Policía Judicial española, publicado en la revista Policía, los autores del mismo se hicieron eco de las declaraciones de uno de los participantes del frustrado robo a una agencia del Banco Hispano Americano en Barcelona: "A la hora de robar un banco, tenemos en cuenta el prestigio de la entidad, su solvencia económica, la situación preferente en zonas comerciales y la carencia de circuitos cerrados de televisión". Con estas condiciones, sólo responden los bancos ubicados en la mejor zona de cualquier población, máxime si está situada en una región con gran desarrollo económico: industria, finanzas, turismo. De ahí la importancia de la costa del Mediterráneo, desde la Costa Brava hasta la Costa del Sol, una zona claramente destacada en el mapa de operaciones de los atracadores de bancos. También Madrid es un foco de interés por razones obvias. En general, España, por el considerable trasiego de turistas, facilita el asentamiento de las bandas de ladrones desde la fase misma de la planificación del robo hasta el momento de sustraerse a la acción de los tribunales de justicia. La residencia más o menos fija también sirve para invertir parte del botín en inmuebles, restaurantes y otro tipo de negocios mediante testaferros de nacionalidad española sin antecedentes penales.
Los ladrones de bancos por el sistema del butrón, raramente portan armas de fuego. No las necesitan y además contribuyen a elevar la pena en caso de ser detenidos. Sus únicas armas son la paciencia y el sofisticado equipo de trabajo. Como toda clase de delito, los robos por rififí se producen en tres fases: planificación, ejecución y huida.
La planificación comienza con la selección del banco y la posterior apertura de una caja de seguridad a nombre de cualesquiera de los miembros no fichados por la policía. Es sólo un pretexto para conocer el terreno más detenidamente: distribución de las dependencias, disposición del sistema de seguridad, situación de la cámara acorazada, número de cajas de seguridad, etcétera. Una banda correctamente organizada utilizará a un hombre de paja, si es posible conocido en la zona para no alertar a la policía ni al servicio de seguridad del banco.
Paralelamente, los miembros de la banda se alojan en casas o apartamentos de nivel medianamente alto, máxime si son italianos, eslavos y franceses. Dos o tres ciudadanos extranjeros viviendo en un piso modesto de Madrid, Barcelona o Marbella despertarían automáticamente la atención de los vecinos; de los maleantes de la zona y finalmente de la policía.
Tan importante y costoso como la vivienda ha de ser el arrendamiento de uno o más almacenes o garajes donde guardar el material de trabajo y los vehículos necesarios. Las herramientas y utensilios son muchos y pesados y no pueden depositarse debajo de la cama. Tampoco los automóviles y furgonetas deben sufrir el peligro de ser robados en la calle.
Durante semanas o meses, los componentes de la banda han de estudiar y ensayar todos los movimientos de ataque y huida. Cada miembro ha de saber exactamente cual es su cometido. Unos ejecutarán la operación y otros servirán de apoyo desde el exterior. Las herramientas y utensilios permanecerán a punto y convenientemente mantenidos.
El medio de un ataque a un banco por el sistema del butrón consiste en perforar cualquier parte del edificio, desde las paredes hasta el techo pasando incluso por el suelo, bien abriendo un agujero, bien agrandando un conducto ya existente; por ejemplo, cualquier desagüe. El material necesario se compone de palas, picos, bolsas de plástico, martillos, ganzúas, un gato hidráulico, una lanza térmica, gafas, pantallas metálicas protectoras, viguetas de hierro para apuntalar túneles, tijeras, antorchas de oxiacetileno, guantes, botellas de oxígeno, trajes de amianto, máscaras antigás, extractores de humo, carretillas, sistemas de transmisiones…
En el grupo de ataque, la banda cuenta con técnicos en topografía, construcción y electrónica. No es posible realizar un túnel desde la red de cloacas hasta el muro del banco o inutilizar el sistema electrónico de seguridad sin el pertinente conocimiento y experiencia en tales disciplinas.
Antes de emprender la operación, el grupo de apoyo perturbará el sistema electrónico de seguridad (detectores acústicos, ópticos, sísmicos, etcétera), con el objetivo de confundir a los vigilantes y finalmente aburrirlos por las continuas y aparentes falsas alarmas.
Una vez perpetrado el robo, cuyo botín guardarán los ladrones en las bolsas de plástico, la huida se producirá por la misma ruta de acceso, y una vez en franquía, los vehículos serán conducidos a los almacenes o garajes utilizados por la banda. El botín suele ponerse a buen recaudo ese mismo día, en otro país (bien por carretera, bien por avión) o en zulos construidos previamente en lugares de difícil localización. Las joyas y gemas preciosas son vendidas a las redes internacionales de peristas o receptadores en su estado primitivo; con las piedras desmontadas o con el oro fundido.